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Foto del escritorSantiago Velasco

Hacia una sociedad Post-Progresista - La necesidad de integrar los valores conservadores para avanzar.

Actualizado: 6 nov



Ante las elecciones electorales de Estados Unidos, estos días he estado involucrandome en el debate político, escuchando distantas perspectivas, y reflexionando acerca de mi posición. Hace tiempo que me me considero una persona bastante desentendida del mundo politico, enfocado en la trasformación personal como palanca de cambio para un mundo mejor. Por esto, al re-conectar con esta dimensión, me he visto sorprendido con como ha evolucionado la cultura, y mis tendencias, cuestionándome a mi mismo con preguntas como:


¿Cómo es que la mayoría de mis referentes culturales han decidido apoyar al partido conservador?

¿Cuando ha dejado la izquierda de representar mis valores?

¿Por qué ahora me siento más atraído hacia voces conservadoras en su crítica social?

¿Cómo se ha convertido la derecha en la nueva contracultura?


Cuando miro hacia atrás, me veo como un adolescente idealista, con cresta, acampando en el 15-M, protestando contra los recortes, defendiendo la educación pública y oponiéndome a la censura. Sentía que ser de izquierdas significaba tener una voz valiente y crítica, ser alguien que desafiaba el sistema en busca de un mundo mejor. Pero hoy, algo ha cambiado. Cada vez me encuentro más resonando con voces conservadoras, liderando la crítica social. La pregunta es: ¿a qué se debe este fenómeno?





El Triunfo Cultural del Progresismo y su Paradoja


En las últimas décadas, el progresismo ha ganado la batalla cultural, integrándose en el establishment, e influyendo en gobiernos y grandes corporaciones. Su mensaje apunta a una sociedad más justa, inclusiva y sostenible, enfocándose en proteger a las minorías y reducir las desigualdades. A primera vista, ¿quién podría estar en desacuerdo con esto?


Sin embargo, el problema surge en un contexto de fuerte polarización, donde conservadores y progresistas están divididos casi por partes iguales. En este clima, los ideales progresistas quedan atrapados en el resentimiento y la incomprensión mutua. Para algunos, el progresismo se ha convertido en un dogma intocable, donde cualquier crítica es vista con recelo y donde se teme discutir temas sensibles que pongan en cuestion los pilares de su ideología.


Preguntas como: ¿Y si el Estado es demasiado grande e ineficiente? ¿Y si las regulaciones están dañando la economía? ¿Y si el feminismo ignora los problemas masculinos? ¿Y si necesitamos controlar más la inmigración o castigar con mayor severidad la criminalidad? Cuestiones muy válidas a poner en debate, son rápidamente suprimidas al grito de "fascistas, racistas o machistas", ya que se perciben como amenazas a sus principios fundamentales. Pero evitarlas no elimina su relevancia, y puede incluso fortalecer a aquellos que las formulan.


La Derecha como la Sombra Colectiva de la Izquierda


El progresismo surgió como una reacción a injusticias y desequilibrios sociales bajo un panorama tradicional/liberal, así que sus valores están casi por definición en oposición a los conservadores. A través de esta oposición, el progresismo ha venido con nuevas soluciones, pero también desarrollado una “sombra colectiva”: la derecha, que en su narrativa representa los aspectos de la sociedad que rechaza. Sin embargo, esta sombra es una parte integral del sistema y necesita ser entendida e integrada.


La realidad empírica y objetiva, es que actualmente la sociedad está dividida en aproximadamente 50/50, y no puedes avanzar imponiendote a la mitad de tu población. Es más, viniendo de un movimiento cuyo principal impulso es humanista, y con gran capacidad de acercarse a minorías marginadas, me sorprende como niegan sistemáticamente a un sector que representa a gran parte del electorado.


Así, la izquierda posmoderna cae en su dicotomia: "Igualdad y unidad para todos, pero solo si estás de acuerdo con mis principios de igualdad y unidad para todos."


Dijo Carl Jung: “Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma - De una manera u otra somos partes de una sola mente que todo lo abarca, un único gran ser humano. ”.


Negar la existencia de esos elementos “oscuros” (fascismo, patriarcado, racismo) no los erradica. En realidad, los vuelve más persistentes, ya que si ante cualquier cuestionamiento a los principios progresistas, la respuesta es proyectar estas estiquetas en los demás, se genera una reacción de igual magnitud.


Desde mi punto de vista, el resurgimiento de las derechas en Europa, responde justo a esto, siendo una fuerza natural surgiéndo en un impulso para equilibrar los puntos ciegos de la agenda progresista.


La Cultura de la Cancelación y el Control Social


En décadas pasadas, el conservadurismo imponía su censura en la cultura mainstream. Ahora, esa responsabilidad parece haber pasado al progresismo, en forma de la “cultura de la cancelación”. Esta herramienta actúa como un bullying moral que señala y etiqueta públicamente a quienes expresan ideas fuera de los márgenes establecidos. La cancelación no solo castiga, sino que también infunde miedo, bloqueando el diálogo y la autocrítica. Esto, en lugar de resolver los problemas, los polariza y refuerza.


Bajo la apariencia de virtuosidad, el progresismo actual oculta una falta de integración psicológica: la incapacidad de aceptar que la realidad es compleja y que otros sistemas de valores pueden aportar perspectivas válidas. Al crear una narrativa donde los “otros” son el enemigo, se olvida que ese “único gran ser humano”, como mencionaba Jung, también incluye lo que tememos o despreciamos.


¿Es posible un Progresismo Post-Ideológico?


Para abordar los puntos ciegos del progresismo, no se trata de regresar a modelos del pasado, sino de evolucionar hacia una visión post-progresista que sea capaz de integrar las ideas conservadoras y progresistas sin caer en una identificación rígida con ninguno de los lados. Esto significaría escuchar las inquietudes de quienes no desean avanzar en la misma dirección, valorar los sistemas tradicionales que han sustentado a la sociedad y reconocer la diversidad de valores que existe.


El progresismo ha asumido una visión de unidad y justicia, pero a menudo rechaza, o trata de imponer, su ideología sobre aquellos con valores tradicionales. Una postura post-progresista no reniega del cambio, pero entiende que el progreso debe construirse sobre el reconocimiento de todos los sistemas de valores, no solo los propios. Esto implica no solo defender la diversidad cultural o de género, sino una verdadera diversidad de perspectivas.


El Desafío de la Complejidad y la Integración


Para muchos, aceptar los valores conservadores parece una traición a los ideales progresistas. Sin embargo, para avanzar hacia una sociedad realmente inclusiva, debemos mirar más allá de las narrativas ideológicas que nos dividen. La complejidad del mundo moderno requiere que no nos identifiquemos ciegamente con un solo sistema, sino que sepamos integrar lo mejor de cada visión del mundo.


Como sociedad, quizás estamos en un punto de inflexión hacia una visión post-progresista, donde se reevalúan los sistemas de valores en su totalidad y se crea una nueva síntesis, capaz de sostener tanto el cambio como la estabilidad que las personas necesitan.

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